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jueves, 10 de diciembre de 2015

¡Viva la Patria recuperada! #Cambiemos #MauricioMacri



Sobre mis cuadernos de escolar
Sobre mi pupitre y los árboles
Sobre la arena sobre la nieve
Escribo tu nombre

Sobre todas las páginas leídas
Sobre todas las páginas en blanco
Piedra sangre papel o ceniza
Escribo tu nombre

Sobre las imágenes doradas
Sobre las armas de los guerreros
Sobre la corona de los reyes
Escribo tu nombre

Sobre la jungla y el desierto
Sobre los nidos sobre las retamas
Sobre el eco de mi infancia
Escribo tu nombre

Sobre la maravilla de las noches
Sobre el pan blanco de todos los días
Sobre las estaciones desposadas
Escribo tu nombre

Sobre todos mis retazos de azur
Sobre el estanque sol mohoso
Sobre el lago luna viviente
Escribo tu nombre

Sobre los campos sobre el horizonte
Sobre las alas de los pájaros
Y sobre el molino de las sombras
Escribo tu nombre

Sobre cada aliento de la aurora
Sobre la mar sobre los barcos
Sobre la montaña enloquecida
Escribo tu nombre

Sobre la espuma de las nubes
Sobre los sudores de la tormenta
Sobre la lluvia espesa insípida
Escribo tu nombre

Sobre las formas centelleantes
Sobre las campanas de colores
Sobre la verdad física
Escribo tu nombre

Sobre los senderos despiertos
Sobre las rutas desplegadas
Sobre las plazas desbordadas
Escribo tu nombre

Sobre la lámpara que se enciende
Sobre la lámpara que se apaga
Sobre mis casas reunidas
Escribo tu nombre

Sobre el fruto cortado en dos
Del espejo y de mi cuarto
Sobre mi lecho concha vacía
Escribo tu nombre

Sobre mi perro goloso y tierno
Sobre sus orejas erguidas
Sobre su pata desmañada
Escribo tu nombre

Sobre el trampolín de mi puerta
Sobre los objetos familiares
Sobre la onda del fuego bendito
Escribo tu nombre

Sobre el vitral de las sorpresas
Sobre los labios atentos
Muy por encima del silencio
Escribo tu nombre

Sobre mis refugios destruidos
Sobre mis faros desplomados
Sobre los muros de mi hastío
Escribo tu nombre

Sobre la ausencia sin deseos
Sobre la soledad desnuda
Sobre el escalón de la muerte
Escribo tu nombre

Sobre la salud recobrada
Sobre el peligro que se aleja
Sobre la esperanza sin recuerdos
Escribo tu nombre

Y por el poder de una palabra
Vuelvo a recomenzar mi vida
Yo nací para conocerte
Para nombrarte

Libertad.



«Libertad», Paul Éluard


(En Poésie et Vérité, 1942)

jueves, 8 de octubre de 2015

«Poder absoluto», de Oscar Barney Finn, una obra potente y necesaria, por Cristina Castello

 La corrupción, en una ficción que refleja la realidad

Hombres exiliados en la noche eterna
Hombres como semblantes de tumbas estranguladas
Raymond Queneau

            «Poder absoluto» desnuda la substantifique moelle de la corrupción política universal.
            Es una obra potente y necesaria, que nos alerta  y que produce una fuerte emoción estética.
            La postura ética que exhibe en el comienzo el joven Gerhard Bauer (Paulo Brunetti), no es más que la ilusión de que el sumo Mal podría tener su contrapartida en el sumo Bien.
    Pero no. Pasados los primeros minutos, el espectador que lo creyó así, comprende que fue una fantasía, una suerte de maniqueísmo de manual.
            Arnold Eastman (Carlos Kaspar) es un político de derechas,  prestigioso, que guarda el secreto de una etapa de su vida, abyecta; y es al personaje que juega Paulo Brunetti –ambicioso, eficientista, pragmático y lejos del principismo del debut de la obra-  a quien se le propone blanquear de una manera horrenda, aquel pasado.
            Laten en el diálogo, la economía de mercado y los horrores de los totalitarismos, la impiedad, la carencia de toda moral y –al fin- el destino del mundo. La condición humana… ¿O acaso la corrupción no parece hoy, inherente a ella?
La noche del estreno: el Maestro Oscar Barney Finn, Carlos
Kaspar, Paulo Brunetti y el aplauso agradecido
Foto: Carolina Alfonso

            Que «las guerras son necesarias en el Tercer Mundo, para  ayudar a la naturaleza a contener la expansión demográfica»;  y para «contentar a los militares de  aquellos países que  aún no están  preparados para la democracia», se oye decir al personaje de Carlos Kaspar. Sofismas perversos, varios, para justificar la degradación de la humanidad, sojuzgada por el Poder Absoluto… ¿y por su escasa Resistencia hacia todo lo que mata la vida?
            Durante el diálogo, intenso y muy bien jugado por Kasper y por Brunetti, un oído sensible puede escuchar en la platea, una respiración seca, casi animal, cuyo aliento reconoce la mentira verdadera que –en tanto que una ficción que refleja la realidad- muestra «Poder  absoluto».
 Pero también, la música de Puccini que tanto ama Arnold Eastman/Carlos Kaspar, y la delicadeza de los tulipanes que cultiva, con amor. Belleza y amor, sí, que comparte con Gerhard Bauer/Paulo Brunetti, mientras bendicen las guerras y planean crímenes, para ocultar la abyección: «Ahora sabemos que un hombre puede leer a Goethe o Rilke por la noche, que puede tocar a Bach y Schubert, y por la mañana acudir a su trabajo en Auschwitz.» (George Steiner).
            El poder, la ambición y los laberintos del Mal, en ese texto potente, que –gracias a la dirección del Maestro Oscar Barney Finn y a las actuaciones excelentes de Carlos Kaspar y Paulo Brunetti, induce a la reflexión, con un final que yo interpreto como abierto. 
Y descender a los abismos del hombre. Y remontar a faros de Bien. 

Cristina Castello


Actores:

Diseño de luces: Claudio Del Bianco
Diseño de espacio escénico: Oscar Barney Finn
Realización escénica: Eduardo Spindola
Vestuario: Paula Molina
Diseño gráfico: Leandro M. Correa
Fotografía: Andrés Eraso
Prensa: Duche Zárate
Asistencia de dirección: Agustina Barach
Producción ejecutiva: Mónica Benavidez

Dirección y puesta en escena: Oscar Barney Finn

Funciones:
Viernes 21 hs. Sábados 22 hs.
Teatro Payró
San Martín 766
Precios: $ 160.- Jubilados y estudiantes: $ 90.-
***Audio de una entrevista a Oscar Barney Finn 
***En Facebook


Maestro Guillermo Roux, tanta luz. "Tutelandia", petite vidéo de Batu Tute

El Maestro Guillermo Roux, amigo tan querido, poeta de pinceles y de palabras.

Guillermo Roux, en su casa, el 04/10/2015, después de una velada en su casa.
 con Franca y con nosotros, sus amigos. Con arte, risas, cariño, pura luz.
Foto de Franca Beer

Todavía y para siempre, Guillermo: un ansia de sabiduría, aunque la sabiduría lo habite... y aunque -ojos abiertos al asombro, ayer y hoy- su sabiduría sea lo único de lo cual no tiene plena conciencia; lo otro, son personas y objetos que giran ante sus ojos, como una calesita descarriada en un parque de diversiones de la infancia, sin saber que tienen como destino, ser una obra del Maestro.
Esta es la primera de 16 entrevistas, hechas por Batu Tute
Vale la pena verlo, escucharlo, aprehenderlo:
(14 minutos)

Tanta luz, Guillermo,tanta luz
Gracias
Cristina Castello

miércoles, 20 de mayo de 2015

Dr. Osvaldo Álvarez Guerrero, luz inolvidable/Cristina Castello


Hoy cumpliría años el Dr. Osvaldo Álvarez Guerrero

luz inolvidable, plenitud de infinito (cc)
 
Después de tanta 
niebla 
una
por una
se develan
las estrellas
Respiro
el fresco
que me deja
del color del cielo
Me reconozco
imagen
pasajera
                                           Presa en un remolino
                                           inmortal


                                          Giuseppe Ungaretti ,«Sereno»
Hasta siempre, Osvaldo

20 de mayo de 2015

lunes, 6 de abril de 2015

Semillas (himno a los Justos), por Cristina Castello (texto y audio)


Escuchar "Semillas" en la voz de Cristina Castello, ACÁ

Presas. Van a encarcelarnos. A ellas y a mí.
Ellas. Las miles más miles de almas esbeltas
que conmigo son contrabandistas.
De valores. De utopías posibles. De Arte.
Arte. Negación de la finitud humana.
Vivir sin máscara es un deseo de belleza.

Es mi sueño de siempre vigilia por los sueños.
Es sed de manos abiertas.
Esta sed mía grande tanto ya que ahoga.
Quiero que cada ventana alumbre un violín un piano un arpa.
Que en todas las avenidas del mundo
esculturas de Giacometti miren en deleite a La Piedad.
Quier
o que en todas las sedes de los gobiernos todos
un Cristo de Velázquez aborte el horror.

Esta sed. Sed bendita que agosta y reverdece el alma.
Vida esta prodigiosa que alarga el deseo de asirla. Toda.
Y la tregua que viene con pasos demorados.
Quiero que Fra Angélico escape de El Prado
y su Anunciación recorra al mundo en Luz.
Quiero que Redon y Mantegna, Ucello, Morandi,  Leonardo  y Monet,
sean huella. Faro. Y deroguen verdugos para que Nunca Más.

Quiero que sepamos de una vez por Dios ya es hora
que en amor la entrega absoluta es certidumbre de libertad.
Que por las mañanas en lugar de noticias de almas sin ángeles
Bach, Poulenc, Mahler, Di Lasso, Debussy, Schubert y Chopin
estallen sobre un Río de la Plata que transmute en mar.
Mar azul de amor que en noche arrulle almohadas
con madrigales, adagios y claros de luna.

Quiero. Quiero y siembro. Quiero.
Que enseñemos bondad con bondad
Que el cielo esté siempre pecoso de estrellas
Quiero adultos con risa virgen y ángeles que retraten en niños
Que los impiadosos respiren a Blake.
Que Rilke exorcice la obviedad
Que los viejitos vivan en honor
 Que el País el Continente el Mundo el Universo
sean para iguales y sin discriminación

Quiero. Que Eluard, Desnos  y Rimbaud, Quasimodo, Yeats,
Lorca, Kavafis y Celan, dancen en  poesía sobre todas las almas.
Y que entonces la Canción de la Alegría de Schiller
La Oda a la Libertad la Novena de Beethoven
sean el Himno de todos los Justos de la Tierra
Para vivir con sed sagrada sed
Para amanecer en víspera
Para sembrar arte y amor
Para no ver ya
Máscaras

Sólo luz sólo verdad.

Escrito en Buenos Aires en el año 2000
 Poema del libro « Soif » (« Sed »), francés - español
Publicado en Paris - Octubre 2004

MANIFIESTO Arte, Poesía y Vida, por Cristina Castello y Ricardo Dessau

©Cristina Castello
«Porque los hombres, Sócrates, han olvidado la obligación de pensar...»
Miguel Betanzos: Sócrates, el sabio envenenado

 Nosotros, poetas del universo  decimos
 «¡Basta!» y decimos «lobos».
« ¡Basta!»: una de las más hermosas palabras poéticas pronunciadas o a ser pronunciadas aún.
«Lobos».  Los poetas somos «lobos esteparios», y nos «organizamos», al modo de los lobos, no al del hombre lobo del hombre. 
«Los lobos sanos y las mujeres sanas... han sido perseguidos, hostigados y falsamente acusados de ser voraces, taimados y demasiado agresivos y de valer menos que sus detractores. Han sido el blanco de aquellos que no sólo quisieran limpiar la selva sino también el territorio salvaje de la psique, sofocando lo instintivo hasta el punto de no dejar ni rastro de él. La depredación que ejercen sobre los lobos y las mujeres aquellos que no los comprenden es sorprendentemente similar.” -Clarissa Pinkola Estés, «Mujeres que corren con los lobos».
Nosotros, poetas del universo, somos lobos en defensa de ese «territorio salvaje» y sublime que, por fortuna, aún existe debajo de la vida transformada en «Dios Mercado».
Los poetas del universo aullamos que la Poesía es opositora, crítica, rebelde y subversiva por naturaleza.
Que la poesía destruye y se autodestruye en un solo movimiento.
Que se recrea a sí misma, y recrea el mundo permanentemente. Nietszche: «Di tu palabra y rómpete».
Decimos, con los surrealistas, que la Poesía es libertad absoluta.
Que es imaginación.
Y con el fuego prometeico de León Felipe, en un grito de ángeles, aullamos que la Poesía es un sistema luminoso de señales.
Aquí nuestro « ¡Basta!», nuestro aullido, nuestras señales.
Y nuestro intento de alas: 
  
  1. « ¡He aquí el tiempo de los asesinos!», escribió Rimbaud. Este tiempo se ha extendido hasta el siglo XXI, se ha profundizado como nunca y, por fin, parece haberse arraigado en la Tierra para siempre.

  1. Nosotros, poetas del universo, nos revolvemos contra ese «Tiempo de los Asesinos», como lo hizo la Poesía desde que el primer ser humano alumbró el primer verso y el primer ser humano dejó su primer trazo en la primera caverna.

  1. El Tiempo de los Poetas es el de las Madres dadoras de Vida. « ¡Ah, qué buena la tierra de mi huerto. Hace un olor a madre que enamora!» (Miguel Hernández).

  1. Es el tiempo de la poesía escrita y cantada en femenino, aunque la cólera, la disonancia, las aberraciones del lenguaje (para los «académicos»), la falta de «decoro» (para los «bienpensantes»), y la sed angustiosa de reparación dominen, y nos muestren como retoños de los viejos «asesinos». 

  1. Las mujeres y los varones poetas del Siglo XXI hemos decidido «matar» con palabras a los Asesinos con armas. Palabras no regladas por nadie más que por el propio poeta. Palabras no fraguadas en ninguna fragua más que en la suya: ni siquiera en la de los dioses, aunque el canto sea un don de ellos, ni menos que menos en la del lenguaje al uso (o «no lenguaje», en rigor), burda caricatura del Lenguaje Común y, por tanto, de la Razón Común, que les han sido arrebatados por los Asesinos al Pueblo convertido en masa.

  1. La masa no entiende la poesía; el Pueblo –o lo que aún pueda quedar de él–, sí.

  1. La Ilíada o la Odisea eran poemas tan extraordinariamente bellos como populares. En aquellos remotos tiempos no existía ninguna diferencia entre los griegos, o los antecesores de los griegos, y sus poetas. Grecia fue primero la Poesía y luego la Filosofía. Y la Poesía, durante siglos, se transmitió de boca en boca (y así se fundó la tradición oral), y la Filosofía era discutida en la plaza pública, en el mercado -con minúscula: tan sólo se trataba del mercado de huevos y gallinas- (y así se fundó la dialéctica, la discusión razonable tan vituperada hoy por el positivismo, el pragmatismo o la Razón Técnica).
©Cristina Castello 

  1. El positivismo, el pragmatismo y la Razón Técnica cumplieron la «misión» para la que nacieron: despojaron a los seres humanos de su herramienta fundamental: la posibilidad de decir «No», de criticar, de disentir. Lo despojaron de su «negatividad», el atributo humano por excelencia, el único que nos diferencia del resto de las criaturas del universo. Le domesticaron la rebeldía. En suma, nos transformaron en un «Sí» absoluto. Somos máquinas de admitir, consentir y asentir «consensos». Reflejos condicionados. La Humanidad se encuentra al borde de un precipicio cuyo fondo monstruoso no podemos concebir siquiera. « ¡Basta!», bramamos los poetas del universo.

  1. De las dos dimensiones esenciales que nos constituyen (la del «Sí» y la del «No»), nos han dejado sólo la primera, porque descarada pero insensiblemente se robaron la segunda. De ahí que los hombres sean hoy la reproducción fiel de aquel Hombre Unidimensional del que nos habló por primera vez el filósofo Herbert Marcuse en 1964.

  1.  Sin embargo, la Belleza, la Verdad y el Bien (los valores supremos socráticos y de toda la filosofía que siguió) sólo pueden ser captados en todo su esplendor por el «No».
El «No» niega la comodidad, la facilidad y la vulgaridad del dato inmediato, los «hechos». El «No» es símbolo de libertad.
Que la Tierra gira alrededor del sol, y no a la inversa; que el «David» de Miguel Ángel tiene la perfección de la que no hubiera podido gozar jamás el David real; y que el «otro», el prójimo, soy yo, constituyen revelaciones, manifestaciones del Ser que sólo se pueden avizorar más allá de los datos brutos de los sentidos, más allá del consentimiento ingenuo (del «Sí» asesino) que damos a lo que se nos aparece cotidianamente.

  1.  Los poetas del universo seremos los Poetas del «No», o no seremos nada.

  1.  Para nosotros «la Belleza será convulsa o no será» (Bretón).

  1.  Ese «No» es «totalitario» en el mejor sentido del término, es decir, es un «No» «totalizador». Incluye todos los asuntos del mundo humano, puesto que «nada humano nos es ajeno».
No nos son ajenos ni el amor, ni el erotismo, ni la sexualidad.
Ni la Pasión del Absoluto (Louis Aragon).
Ni las hoy llamadas «guerras».
«Guerras», dicen de las agresiones contra los pueblos más débiles de la Tierra, si son poseedores aún de alguna riqueza que se pueda saquear; o si ocupan alguna posición estratégica desde el punto de vista de la prosecución de la sagrada tarea del saqueo de otros pueblos que todavía queden relativamente indemnes. A los poetas del universo no nos son ajenas, y las vibramos. 
Como no nos son ajenas la miseria crecientemente «globalizada», ni la falsedad de  los también cada vez más globalizados «derechos humanos» que, en realidad, son los «derechos de los solventes».  «Derechos Humanos»: he aquí otra jugarreta con las palabras, esas palabras que tenemos el deber irrenunciable de defender de todo truco, de todo pase mágico que pretenda ocultar o deformar  la verdad. 

  1.  Los poetas del universo tenemos el deber de alumbrar auroras. Puesto que nuestro oficio son las palabras, nuestra obligación  -junto a nuestros camaradas creadores de la ficción literaria-       es la de desenmascarar los millones de términos y frases obviamente falsos que  nos «venden» como obviamente verdaderos.  Al igual que en el caso de los tan recitados «derechos humanos», nuestro deber moral, subversivo, escandaloso, demencial, para el mundo «políticamente correcto», consiste en denunciar la ya insoportablemente extendida y normalizada «defensa del medio ambiente».  ¡No! Rechazamos esa bandera cuando, hoy más que nunca, es enarbolada hasta el cielo por los mismos que depredan el planeta sistemáticamente. Abominamos también del resto de las banderas negras de los piratas del siglo XXI. Estas banderas ya no ostentan una calavera con dos huesos atravesados. En una mueca de puro mentir, nos exhiben los rostros de jóvenes bonitas o fascinantes, según corresponda, rostros con los que nos venden desde un automóvil hasta la creencia ingenua de que lo único que les importa a estos Asesinos internacionales, multinacionales y nacionales es nuestro bienestar o la preservación de la Naturaleza, nuestros «derechos humanos» y nuestra bendita -pero en el fondo despreciada por ellos- Madre Tierra. ¡Fariseos!  Los  poetas del universo tomamos como ejemplo al Cristo de los Evangelios, y marcharemos junto a los Pueblos cuando despierten y griten « ¡Basta!», y echen a los mercaderes del Templo. 
El Templo del siglo XXI ya  no está en Jerusalén: es la propia Humanidad encadenada y utilizada como hiedra enmohecida. « ¡Basta!»: Basta de seres humanos condenados y agradecidos de ser sometidos a las sombras.

  1.  Los poetas del universo nos comprometemos al amor.
 Porque tenemos la certeza de que ya no se vive el amor en los tiempos del cólera, sino la cólera despojada de todo amor. Y que por el sexo sin alma, ni vida, ni albores que nos rodea -virtual, incoloro, inodoro e insípido- , el Eros terminó en mera gestualidad patética y olvidó toda trascendencia.
El deseo pasó a los objetos de consumo y se consumió en ellos. Renunció al deleite de la comunión de cuerpos, almas y mentes, y convirtió al mundo en un «no lugar» deserotizado, con hombres y mujeres librados al consumo de su propia soledad.
Nosotros decimos « ¡Basta!» a este «hoy» deserotizado del mundo, donde cada «yo» es una mónada sin ventanas desde la cual nadie puede comunicarse con nadie. En esta compra-venta «global» donde también el amor es una mercancía, es hora de decir -otra vez con Marcuse- que la llamada «Revolución Sexual», que por fin iba a liberarnos y entregarnos la Felicidad, se convirtió finalmente en la «Revolución de los Negocios».
La Belleza es nuestro deber.

  1.  Un mundo sin amor es un mundo sin poesía. Si John Donne, Paul Eluard, Julio Cortázar, Paul Celan, García Lorca, Miguel Hernández, Nazim Hikmet o Robert Desnos resucitaran en este siglo «cambalache», continuación y superación insuperable del «cambalache» anterior, no escribirían, sin embargo, poemas ajenos al erotismo ni a la excelsitud del amor. Y nosotros, poetas del mundo situados en la más dramática encrucijada de dos siglos, levantamos sus antorchas y tratamos desesperadamente de reerotizar el mundo, desde y con nuestra Poesía.

17.  «No son restos, son semillas», dijo Tencha Bussi, frente a los «restos» de su amadísimo                 hombre y esposo, Salvador Allende. Y nosotros, poetas del mundo, nos comprometemos en            la   esperanza, en la lucha celeste y en la siembra. Para poder decir un día: 
   «Cumplimos. Hemos ‘matado’, con palabras, a los Asesinos».

* «Las semillas dieron sus frutos y petrificaron guadañas, para que nunca más haya mártires. Nunca. Nunca. ¡Nunca Más!»
* « ¡He aquí
      Por fin
      El tiempo de los que aman!»


... y aun cuando el rebaño pudiera vivir amordazado, aun cuando algunos toleraran o acaso prefirieran la discreción, él, Sócrates, no imaginaba siquiera un mundo hecho de silencios, un mundo sin la palabra que despierta, que aviva, que estimula, un mundo en que no existieran los versos de Homero ni las tragedias de Eurípides ni las historias de Heródoto. No imaginaba un mundo ayuno de voces y palabras, pues la palabra era como el antiguo fuego que Prometeo había robado a los dioses; la palabra otorgaba sentido al hombre y le confería un aura sagrada, casi divina, y sin ella quedaba reducido a una mera criatura salvaje y sentenciada a errar por el mundo como una sombra». Ibídem.]

© Cristina Castello y Ricardo Dessau 


Buenos Aires, 21 de noviembre de 2005

domingo, 22 de marzo de 2015

«El alma de las mareas», de Françoise Ruban /Por Cristina Castello

Desafío al Infinito
Alza la vela el coraje/ Icémosla sin vacilar/
Mañana sabremos por qué/ cuando alcancemos la victoria"
Paul Éluard

En «El alma de las mareas» («L’âme des marées»), Françoise Ruban se funda en Poesía y -desde allí-, reta al Infinito a devastar el horror.
La voz de la autora es un furor dulce y potente, que nos arroja el guante y nos desafía al Amor.
¿Son 36 poemas o es –del principio al fin- un gran poema?
Son 36 y es uno: una invocación a la Eternidad.
Pueden, entre las estrofas, danzar las magnolias o un piano; Chopin, Lorca, Neruda o Desnos; las pesadillas, la rebeldía o la pertinacia del alba; el espanto ante el horror del mundo, o el silencio tejido como una palabra. Y siempre el océano.
Todo puede danzar y todo danza, armónico, en las mareas; pero es  Fabrice la omnipresencia en todas.
Fabrice, cuyo nido primero fue el vientre de nuestra poeta; Fabrice, desde 2009 en la
«Estrella, la más luminosa de todas»:

«De los padres heredamos cualidades y defectos
   Ciertos valores, a veces
...Mi corazón me dice
   Que yo heredo de vos
   Mi hijo
   Desde que un invierno helado te llevó lejos
                      allá… arriba…»


La belleza de los versos de FR no se rinde a ninguna facilidad, no hace concesiones, ni se vence ante la muerte; aunque Tánatos aceche, agobie, hostigue:

«— Veo manchas de sangre
Mi pensamiento melancólico se vuelve pesadilla
Asesinaron en Gaza
Asesinaron en Grecia
Incansablemente se celebra la película de tantas muertes»

Más que nostalgia por el hijo clausurado para este mundo, el verbo de Françoise tiene huellas; también y aún: como las de las caricias a aquellos rulos que ya no están. Y  tiene  el surco del dolor, perpetuo.
Aún en  «la Noche de las tinieblas/la Noche helada», vive el  corazón del Amor.

«El alma de las mareas»,  alberga la totalidad del universo rubadiano: Pero se ama todo lo Bello o no se ama nada; y este «todo» incluye el silencio:

«En mi cuarto estuche de mi locura
Bailan de puntillas las notas amigas
Nocturno de Chopin Adagio de Mozart
Luego
El silencio
La Soledad»


Silencio. Como el de Rimbaud, cuando a sus dieciocho terminó Una temporada en el infierno;  como el de Hölderlin, entre poema y poema. Silencio, como el de un adagio en el desierto. Silencio, también, síntesis de contrarios –de Eros y Tánatos- y que es, además,  un instante de Eternidad, porque siempre «mueren y se encienden las estrellas». Como la Vida, llena de Gracia.


                                          Cristina Castello
                                          (traducción de mi original en francés y de los extractos de poemas: Denise Peyroche)
Blog de Françoise Ruban, clic sobre el nombre

« L’âme des marées »
Françoise Ruban
 Éditions « Épingle à nourrice »
ISBN: 979-2. 919521-26-5
15 €
Septiembre 2014


lunes, 20 de mayo de 2013

Osvaldo Álvarez Guerrero: «Las máscaras del poder», por Cristina Castello

 En alguna página de este libro -el cuarto de su autoría- el doctor Osvaldo Álvarez Guerrero cuenta que en la tumba del padre de Moisés Lebensohn -Salomón-, está escrito: "cultura y libertad". En alguna otra página, indaga en el concepto de "felicidad humana".

"Cultura y libertad" y "felicidad humana", no son -explícitamente- los temas de "Las máscaras del Poder", ya que así se llama el libro. Pero "cultura y libertad", y el empeño del verdadero político en su lucha por la felicidad de los demás, son la médula de este trabajo; porque son, creo yo, el fundamento de la lucha de su autor, personalidad señera de la democracia.

El autor, Osvaldo Álvarez Guerrero, radical en el sentido profundo del término,  ex-gobernador de Río Negro y con una trayectoria política tan extensa como coherente,  es también abogado, escritor, filósofo y caballero de una vastísima cultura; además de un político -en verdad poco convencional- es un pensador y un intelectual quien, sin embargo, no tiene esa distancia con la vida que suele caracterizar a los intelectuales, y alejarlos de la vida de las personas.

"Las Máscaras del Poder", es un ensayo político, un análisis sociológico, y una visión del pasado y del presente de la Argentina, desde una valoración ética y estética.

Es también una "declaración de principios". Y es, creo yo, una enseñanza de vida. "Las Máscaras del poder", son -para Álvarez Guerrero- las que "esconden la realidad del Régimen" con la simulación y el engaño". "El Régimen -dice- es una máscara". Por eso, los "tiempos de opacidad y penumbra" en la Argentina. A partir de allí Álvarez Guerrero investigó y analizó, cómo reaccionaron los "Espíritus Inquietos" en nuestro país en épocas de opacidad y penumbra. Los espíritus inquietos son, según Álvarez Guerrero, los que -incómodos con el Régimen- "abren nuevos rumbos en la sociedad"; son "los que buscan la pureza unívoca y la armonía originaria". Son los que, con "indignación ética rechazan toda neutralidad". Son los que tienen una "inquietud ejemplarizante, docente en la teoría y en la acción".

Álvarez Guerrero toma a dos espíritus inquietos en su libro. A Moisés Lebensohn, radical, "un luchador por un socialismo democrático", un hombre que actuó con "el sentido del deber y con la serenidad de la verdad", según el autor; y a John William Cooke, peronista, agitado, y "siempre bordeando el peligro y la muerte". A partir de esos dos personajes, Álvarez Guerrero desarrolla su pensamiento. Para él, hay una "ética de las ideas" y una "ética de la acción". La ética de la acción, dice, "supone una actitud espiritual, una concepción misional, un darse hacia los demás, que otorga extraordinaria nobleza a la vocación política".

En una palabra, reivindica a la política -verdadera y trascendente- en contra de la "tecnologización de la política", que -dice-"la desvincula de los contenidos ético-sociales, que son el sustento de la democracia". Por eso, cuando habla de economía, no se queda en la mera "ingeniería social". Apunta, sobre todo, al hombre como tal, como persona humana; y se pregunta, también y por ejemplo -y me parece novedoso- de qué manera repercutieron las hiperinflaciones en la vida cotidiana, en la vida personal: en el alma de la gente.
Desde esa óptica humanista, esclarecedora -y fundamentada intelectualmente con mucha solvencia Álvarez Guerrero habla de nuestra historia y de nuestra cultura, de peronismo, de radicalismo y de los sindicatos, y repasa el origen ideológico de la democracia (¿democracia'?) argentina. También, de vela el lenguaje del Régimen: "a veces -dice- se miente con la verdad", y lo explica.

En fin, el libro es un alerta: "el Régimen siempre recrea sus máscaras, pero permanece en el poder, para conservarlo". Y termina con lo que yo interpreto, como un llamado a la resistencia para los espíritus inquietos. "La resistencia de Prometeo al suplicio cruel a que fue sometido -dice- es el símbolo del espíritu inquieto"; "éste -agrega- en su victoria y en su martirio consecuente, en su derrota -contra la que se rebela- y en su glorificación final, va cumpliendo el mito eternamente".

Yo recomiendo calurosamente "Las Máscaras del Poder". Porque da luz. Porque ratifica que hay otros caminos. Y porque cuando yo lo leí, recordé unas palabras de Rilke: "siento un enorme agradecimiento por lo que he leído". Espero que a ustedes les pase lo mismo.


Cristina Castello, publicado en revista “Generación 83” – Año 1992
Foto: Ramón Puga Lareo
 Osvaldo Álvarez Guerrero, " Las máscaras del poder/ Lebensohn - Cooke"
Tomos 1 y 2 (343 y 344)
Centro Editor de América Latina, 1992
Dr. Osvaldo Álvarez Guerrero en Wikipedia, clic AQUÍ

viernes, 8 de octubre de 2010

Federico Storani: «El techo del cielo», por Cristina Castello

 «El techo del cielo»
Conversaciones con el alma
Federico Storani
Por Cristina Castello
  
Es un viaje al corazón de la esencia humana, un  itinerario a través de la belleza, la poesía y la pasión, que son la substantifique moelle del libro. Aunque escrito con un estilo apolíneo, cada palabra arde con la vida y se encarama a una axiología no explícita pero presente.
Este particular ensayo filosófico-metafísico con una escritura de matices bien contemporáneos, se inicia con un poema donde se descubren –ya en esa instancia inaugural- algunas claves de sus 159 páginas. «La sangre del rojo» –la pasión-, el deleite de « extasiarse explorando la esencia», «la eternidad de la utopía», la «locura que cura» o el «insondable abismo del amor», se perciben como el pasaporte para que el cielo pueda estar abierto a la infinitud del infinito.
  Título singular: ¿a quién  sino a Storani se le ocurre hablar del cielo, hoy y en este mundo?, ¿a quién, plantear si ese cielo tiene límites, un techo? El autor crea un diálogo exquisito entre sus protagonistas: el cuerpo y el alma, para recorrer  «el camino que va de la juventud y la inexperiencia hasta la sabiduría». 

El diálogo parece cómplice por momentos, siempre sin rivalidades entre los dos protagonistas, y con el reconocimiento recíproco de la naturaleza del uno y del otro y de las complementariedades indispensables para la unicidad.
Más: hay  partes en las cuales el lector debe prestar mucha atención, para descubrir cuál de los dos «personajes» está hablando; y hay pasajes donde el alma parece haber vivido también una experiencia corporal y el cuerpo, haberse aventurado hacia las alturas del espíritu. Un erotismo del alma: la belleza.
 Todo lo escrito, son interrogantes que  el autor se planteó a sí mismo y que vivió bien a lo hondo, es evidente.
—El alma: La poesía devora por dentro y a veces logra resucitarnos
Sí, habitado por la poesía, con metáforas enriquecedoras e imágenes deliciosas, Storani nos revela y se revela a sí mismo, sin habérselo propuesto. Tiene el gusto del Absoluto que, si en ocasiones toma prestado el lenguaje de la duda, de la angustia o del escepticismo, es porque tiene «una fe total, profunda, en la belleza, en la bondad, en el genio» (Louis Aragon).

  Con «El techo del cielo » confirmamos que la libertad adviene cuando no se pretende poseer compulsivamente; que el insomnio puede ser una forma de lucidez; que el estado de gracia ocurre cuando los sentidos se agudizan y las emociones estallan; que el talento contraviene las leyes de la física y necesita de la inspiración para manifestarse. Que la esperanza es un acto de fe.  Los ejemplos son muchos: los sueños y la utopía, la delicia que sería un baño de savia, el aburrimiento de lo previsible, la dicha, el éxito vacío, la culpa, la sutil línea que separa realismo de conformismo; la amistad y el amor, la muerte…
 Y no es caprichoso que en alguna de las páginas se rescate la figura del Caballero Andante y que en todo el libro se afirme –sobriamente y sin nombrarla- la ética. Pues a pesar del título, el autor sabe que nadie podrá techar el cielo y que todo lo bueno puede acontecer, todavía. Que todo es camino. Que todo consiste en un darse cuenta. En tomar conciencia. Y desde ese punto de vista, el autor parece decirnos, con René Daumal: «… La tentativa que te propongo hacer conmigo/Puede resumirse en dos palabras: permanecer despiertos».    

«El techo del cielo» – Conversaciones con el alma
Federico Storani
Ilustraciones de tapa e interiores: Rodolfo Zagert
©Libros del Zorzal, 2011
ISBN 978987599180 4  

Federico Storani,  breves notas biográficas

Político, académico, ensayista y escritor, Federico T. M. Storani, (1950), es actualmente Profesor titular por concurso en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. Fue en esa Universidad  y en la Mar del Plata, donde inició sus tareas docentes como catedrático, en 1984.
Dictó conferencias en Universidades, Centros de Estudios y Fundaciones, sobre Ciencia Política, Filosofía y Política Internacional.
Fue Profesor invitado en el St. Antony’s College de la Universidad de Oxford, Inglaterra (1992) e Investigador en The Woodrow Wilson Center, EEUU (1994); en los cursos internacionales iberoamericanos: Iberoamérica hacia el siglo XXI, Cáceres, España (2007); y en la  Fundación Memorial de América Latina, de la Universidad Estatal Paulista, UNESP, Brasil (2009).
Ha sido Director de las revistas «Generación ‘83» y «Cauces». Publicó numerosos artículos y ensayos en los diarios nacionales «Clarín» y «Página 12», entre otros, y en revistas y periódicos del exterior.
Entre sus publicaciones, se destacan: «Legitimidad y transiciones en América Latina», The Woodrow Wilson Center, Washington, (1994), «La Oposición Democrática», Universidad de Londres (1996) y «Gobernabilidad y Cohabitación», Universidad de Oxford (2000).

 NDLT*:
Al descubrir, en este interesantísimo artículo, el contenido de los poemas de Federico Storani, no pude menos de pensar en las disputas españolas de la Edad Media entre Cuerpo y Alma, Don Carnal y Doña Cuaresma… También son reveladoras la evocación de Don Quijote y la alusión a Antonio Machado «Caminante no hay camino / se hace camino al andar…»

*Denise Peyroche,
traductora para la versión francesa

Ilustraciones: Rodolfo Zagert

Cristina Castello