domingo, 1 de marzo de 2009

Martti Ahtisaari, Premio Nobel de la Paz 2008 y la invasión a Irak

 Lo llaman «Papá Mumin» por su parecido con un corpulento personaje de la familia Moomins, de cuentos y cómics escandinavos. Martti Ahtisaari recibirá la recompensa, equivalente a 1.4 millones de dólares en coronas suecas, el próximo 10 de este diciembre; y el 11 gozará de una fiesta que reunirá al Jet Set, en su honor. ¿No será hora de cuestionar este galardón, el Premio Nobel de la Paz
       Los motivos abundan: también estuvo nominado Georges W. Bush, por ejemplo. Sí. El mismísimo, a quien gran parte de los estadounidenses quieren juzgar por crímenes contra la humanidad. ... justamente él, el adalid de la paz.
           ¿Y qué tal si pensamos en Alfred Nobel, el padre del premio? Primero inventó la dinamita y otros explosivos que sirvieron a fines militares: la balistita o pólvora sin humo, por caso. Pobló a la humanidad de municiones, y con el rédito de sus inventos colmó su vida: hizo una fortuna colosal.  Pero antes de morir quiso lavar su culpa, y creó este y otros laureles que llevan su nombre: para literatura, medicina, física y química. «Ahí anda el artesano del desprecio, implorando el amor del despreciado» (Pablo Neruda).  
           Sin embargo, el mundo acepta la curiosa expiación de Alfred Nobel, y aplaude sus premios.

           «Papá Mumin» había dicho que le hubiera sido más fácil ganar la lotería que obtener este reconocimiento. ¿Será que el ansiado Nobel de la Paz se juega a los dados que tira el Poder, según convenga a sus designios?  De cualquier manera, nuestro premiado tiene méritos, aunque también... Ya se verá.
             Martti fue presidente de Finlandia entre el ’94 y el 2000 y acumula tres décadas consagradas a la mediación y resolución de conflictos en el planeta. Como comisionado y enviado especial de la ONU, su logro mayor fue haber supervisado la independencia de Namibia en 1990, causa por la cual luchó durante trece años. Además, atesora como éxitos su tarea como mediador en la guerra entre la OTAN y Serbia —donde no lo quieren ni un poquito—, y, muy especialmente, la supervisión del acuerdo de paz en el prolongado conflicto en la región indonesia  de Aceh.  Gracias a sus buenos oficios, lo firmaron las partes beligerantes el 15 de agosto de 2005 en Helsinki y con él como testigo.
Obama, Premio Nobel
Sus ojos celestes nacieron en Viipuri, hoy Viborg, ciudad de la ex Unión Soviética. Es curioso: si naciera ahora sería ruso.  Hijo de un suboficial del ejército, sufrió desde los dos años —en 1939 era casi un bebé— las consecuencias de la guerra entre la entonces URSS y Finlandia, que terminó en el ’44. Después quiso ser maestro, se graduó en la Universidad de Oulu y partió hacia el servicio militar obligatorio. Pero él no podía ser uno más. Entonces salió de allí, pero no como todos, sino con el grado de capitán.  Siempre atento a los asuntos de comercio e industria de los países llamados «en vías de desarrollo», formó parte del Comité Asesor del gobierno finés.
           «Papá Mumin» —gesto siempre adusto— es persona de costumbres simples. Cuando fue presidente por la socialdemocracia de su país, todo lo que tenía un tufillo ceremonioso le molestaba, y por eso y sin proponérselo, resultaba tan gracioso como su personaje de historieta. Provocó un pequeño escándalo en la prensa cuando se cayó dos veces al suelo durante recepciones oficiales y elegantes. No soportaba el frac, y los zapatos de charol le eran demasiado estrechos; el golpe era tan inevitable como lo fueron sus heridas en la nariz.
           «El hipopótamo», lo llaman también así, sonríe serio y feliz... fiel a su estilo, a pesar de todo. Tiene humor y sigue enamorado. Se casó con la historiadora Eeva Irmeli Hyvärinen en el ’68. Cuarenta años de amor, que los hicieron recibir juntos la noticia de la lotería, del juego de dados, o el Premio Nobel de la Paz, según se vea.
El hijo de ambos, Marko, nació en 1969. Altísimo ejecutivo empresarial de telefonía móvil y músico reconocido, papá Ahtisaari lo educó en la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos de América.
Martti Ahtisaari, también un sello postal

Curioso carnaval

           En enero de 2007, el hoy flamante premiado había presentado su plan de paz, incluida una propuesta de «soberanía limitada», para Kosovo;  y esa independencia que  ayudó a conseguir, lo enorgullece, a pesar de las reticencias de países como España y Grecia; y del rechazo por parte de Serbia, Rusia y Cuba. El embajador ruso ante la OTAN, Dimitri Rogosin, se mostró francamente molesto por el Nobel para Ahtisaari y, como muchos otros, interpretó que su plan para Kosovo no hizo más que perjudicar a Serbia.
           De todos modos, «Papá Mumin» parece estar más allá de las críticas. A los 71 años se regocija porque su rostro será inmortalizado en un sello de correos de alrededor de un dólar, en moneda finesa, mientras espera la gran fiesta en honor de su premio.
           En Oslo, la capital noruega, los ricos y famosos
—sobre todo los poderosos— le rendirán homenaje durante una celebración que comenzará con un concierto y donde no faltará ni el mayordomo de Batman. Precisamente, el presentador será Michael Caine  —quien desempeñó ese papel en el reciente filme El caballero negro—, junto a la actriz norteamericana Scarlett Johansson; y entre otras stars, desfilarán por el escenario Diana Ross, la mexicana Julieta Venegas, la cantautora canadiense Leslie Feist y el cantante de country Dierks Bentley.
           Claro que el día anterior Martti Ahtisaari habrá embolsado el dinero del premio que, según ha dicho, le servirá para fortalecer la CMI, su ONG; se trata de la «Iniciativa para la Gestión de Conflictos», creada en el año 2000 para apoyar los esfuerzos de la comunidad internacional para prevenir y resolver crisis de seguridad en diversas áreas del mundo. Tal, la declaración de principios; pero según el diario ruso «RBC Daily» esta empresa es un verdadero negocio que le reporta grandes beneficios... ¿Qui sait?
           Defensor de la causa de Palestina y el Líbano, la posición de Ahtisaari con respecto a Irak fue, en cambio, francamente paradójica. En 2003 encabezó un equipo que evaluó las condiciones de seguridad para el personal de la ONU en Irak, tras la ocupación anglo-norteamericana. En aquel momento, fue favorable a la invasión. No compró el argumento mentiroso de las supuestas armas de destrucción masiva que dieron la excusa a Bush para atacar; pero justificó su defensa en los crímenes y violaciones a los derechos humanos cometidos por Saddam Hussein. 
           En una palabra: el flamante Premio Nobel de la Paz invocó la defensa de la vida para apoyar la muerte: los crímenes de lesa humanidad que cometerían los EEUU y su aliado británico. 
Henry Kissinger, Nobel 1973
con el criminal Pinochet
Desde 1901, fecha de la entrega de los primeros premios del arrepentido creador de explosivos de muerte, Alfred Nobel, la nómina de los ganadores es —por lo menos— discutible. Es verdad que entre los premiados, muchos hicieron honor a aquellas palabras de Erich Fromm según las cuales el corazón de hombre nunca deja de ser humano. Albert Schweitzer, Linus Carl Pauling, Martin Luther King, la Madre Teresa de Calcuta, y la latinoamericana Rigoberta Menchú.
           
Pero también, en una suerte de carnaval perverso, recibieron el galardón hombres cargados de sombra y muerte. Entre ellos, Theodore Roosevelt (no confundir con Franklin Delano Roosevelt), Henry Kissinger, Shimon Peres y Menachem Begin. Según Gabriel García Márquez, Begin —a quien con razón comparó a Adolf Hitler debería haber merecido el «Premio Nobel de la Muerte».

           Martti Ahtisaari, la figura viviente de «Papá Mumin», se lleva el premio en momentos en que el planeta padece más que nunca la mundialización de la miseria, la violencia y el desamparo. El día de su fiesta, mientras El caballero negro se verá en todas las pantallas del mundo, brindará con Michel Caine, el mayordomo de Batman, por su Nobel de la Paz. Y pues la crisis de la Tierra toda se acrecienta cada día, palpitarán también con más fuerza, las palabras de Martin Luther King en 1963: «Tengo un sueño». La libertad, la justicia, la paz.

Cristina Castello, en revista "Open"-México, 2008

miércoles, 12 de marzo de 2008

Gonzalo Vivián: «En la axila de una mariposa», por Cristina Castello

  En «Tangocho»* el abrazo de las parejas que danzan es una forma de sofocar el espanto de una humanidad devenida atroz. Gonzalo Vivián tiene un arco iris en su esencia. Solísimo —destino de profeta— y poblado de colores, pinta la negritud del mundo sin abjurar de la ternura. Su obra no es denuncia sino testimonio. No es mera gestualidad ni panfleto. No es esperanza. Es generosidad. Su pluma pictórica arrulla un cosmos distante de la prosa. El de un poeta en cuyo universo abriga la resonancia altruista del «nosotros», sin que por ello la forma desvanezca su luz.


En vigilia, vigilantes, desesperados, lúcidos, ojos con preguntas y otros con respuestas. Ojos de Gonzalo como los de un Cristo que demanda a Dios, en alguno de sus autorretratos. Ojos-cavernas que aúllan silentes el desamparo de los justos del planeta. Ojos en obras que se hermanan con «El grito», de Edward Munch. Ojos de un tiempo detenido y en busca del Absoluto en pinturas de la «Serie de la  Ausencia», que acercan a Vivián a «mi» amadísimo Eugène Carrière. Desde el hecho figurativo hasta la abstracción, nuestro artista es libre de todo «ismo» y no es ajeno a ninguno: «Che bandoneón», óleo lumínico, lo testimonia a través de los varios estilos que conviven en él, armoniosamente. Y ahí el tango, que en este caso y en la pareja danzante, es un juego y la promesa de un pasado que insinúa avanzar hacia un futuro, humano?
                             
 El «Tango Vivián», un pas de deux. Ese momento dramático y lírico,  de amor y muerte y de la muerte de amor. En sus obras, seres de cuerpos rudos se rozan deliciosamente en el dos por cuatro. Azules y amarillos se abrazan en un compás. Las parejas se entremezclan, se enlazan, danzan en la pista o entre el cielo y la tierra: en el «Azul Vivián». 



Y la soledad, y el horror, y siempre los ojos. Sí. Pero el tango aparece como una caricia entre seres que son un bandoneón, un piano o un violín. «Violín Vivian». Alma de violín. Tal vez porque según Kandinsky, el artista es como un violín en manos de experto: el menor toque de arco lo hace vibrar.  Y así, aun entre los grises cuando hay grises en esos cuadros, la vida se abre como un mosaico y muestra todos los rasgos donde la esencia del hombre se condensa.
Las «Mujeres Vivián», pintadas, dibujadas o apenas sugeridas y casi siempre solitarias, son el faro del misterio. Ellas vieron nacer la serie «Los caminantes», personajes que cinco años después fueron (y son) personas: los piqueteros. «Poeta Vivián» profetiza desde sus obras sin proponérselo y testimonia la deshonra que padece el hombre. Pero hay un secreto: de noche duerme en la axila de una mariposa e inunda de arco iris sus alforjas para dibujar en el mundo su sueño mejor. La fraternidad.

 *«Tangocho» es el último libro de Gonzalo Vivián
Cristina Castello, 28 de septiembre de 2007