domingo, 22 de marzo de 2015

«El alma de las mareas», de Françoise Ruban /Por Cristina Castello

Desafío al Infinito
Alza la vela el coraje/ Icémosla sin vacilar/
Mañana sabremos por qué/ cuando alcancemos la victoria"
Paul Éluard

En «El alma de las mareas» («L’âme des marées»), Françoise Ruban se funda en Poesía y -desde allí-, reta al Infinito a devastar el horror.
La voz de la autora es un furor dulce y potente, que nos arroja el guante y nos desafía al Amor.
¿Son 36 poemas o es –del principio al fin- un gran poema?
Son 36 y es uno: una invocación a la Eternidad.
Pueden, entre las estrofas, danzar las magnolias o un piano; Chopin, Lorca, Neruda o Desnos; las pesadillas, la rebeldía o la pertinacia del alba; el espanto ante el horror del mundo, o el silencio tejido como una palabra. Y siempre el océano.
Todo puede danzar y todo danza, armónico, en las mareas; pero es  Fabrice la omnipresencia en todas.
Fabrice, cuyo nido primero fue el vientre de nuestra poeta; Fabrice, desde 2009 en la
«Estrella, la más luminosa de todas»:

«De los padres heredamos cualidades y defectos
   Ciertos valores, a veces
...Mi corazón me dice
   Que yo heredo de vos
   Mi hijo
   Desde que un invierno helado te llevó lejos
                      allá… arriba…»


La belleza de los versos de FR no se rinde a ninguna facilidad, no hace concesiones, ni se vence ante la muerte; aunque Tánatos aceche, agobie, hostigue:

«— Veo manchas de sangre
Mi pensamiento melancólico se vuelve pesadilla
Asesinaron en Gaza
Asesinaron en Grecia
Incansablemente se celebra la película de tantas muertes»

Más que nostalgia por el hijo clausurado para este mundo, el verbo de Françoise tiene huellas; también y aún: como las de las caricias a aquellos rulos que ya no están. Y  tiene  el surco del dolor, perpetuo.
Aún en  «la Noche de las tinieblas/la Noche helada», vive el  corazón del Amor.

«El alma de las mareas»,  alberga la totalidad del universo rubadiano: Pero se ama todo lo Bello o no se ama nada; y este «todo» incluye el silencio:

«En mi cuarto estuche de mi locura
Bailan de puntillas las notas amigas
Nocturno de Chopin Adagio de Mozart
Luego
El silencio
La Soledad»


Silencio. Como el de Rimbaud, cuando a sus dieciocho terminó Una temporada en el infierno;  como el de Hölderlin, entre poema y poema. Silencio, como el de un adagio en el desierto. Silencio, también, síntesis de contrarios –de Eros y Tánatos- y que es, además,  un instante de Eternidad, porque siempre «mueren y se encienden las estrellas». Como la Vida, llena de Gracia.


                                          Cristina Castello
                                          (traducción de mi original en francés y de los extractos de poemas: Denise Peyroche)
Blog de Françoise Ruban, clic sobre el nombre

« L’âme des marées »
Françoise Ruban
 Éditions « Épingle à nourrice »
ISBN: 979-2. 919521-26-5
15 €
Septiembre 2014


domingo, 15 de marzo de 2015

María Kodama: «Borges era como Leonardo Da Vinci», por Cristina Castello

Borges la descubrió en su mirada de niña cuando ella andaba en puntillas por su adolescencia. La niña lo había elegido para estudiar con él  inglés antiguo e islandés. Y los unió el misterio: la única certidumbre, según Paul Gauguin. El misterio del amor  y del arte, «for ever, and ever... and a day».
La escritora María Kodama fue compañera durante muchos años y luego segunda esposa del autor argentino más universal. Publicó en colaboración con él, entre otras obras, Breve Antología anglosajona (1978) y Atlas (1984), fruto ¾uno más¾  de los viajes de la pareja alrededor del mundo. María fue también un gran soporte de la actividad literaria y personal de Borges, y lo ayudó en la dirección de su colección «Biblioteca Personal», que en Argentina se publicó de manera incompleta, por la muerte del escritor.
En este diálogo, no sé si es María quien me cuenta de él o si es Jorge Luis Borges ¾unidos los dos en el misterio¾  quien habla en la voz de su amada, desde el «jardín secreto» que ambos tuvieron: el Universo.

¾¿Borges era un universo?
¾Borges era como Leonardo da Vinci, complejísimo y lleno de matices, con inteligencia fascinante e imaginación enorme. ¿Sabe?... Me gustaba su cráneo de conejo y verlo reír, porque... era como un cachorro de tigre al sol, una imagen de mucha belleza.
¾Como muchos enamorados, ¿él tenía algún apodo para usted?
¾Me decía «Ulrica», que es un nombre nórdico que quiere decir «osita». 
¾«Sentí en el pecho un doloroso latido, sentí que me abrazaba la sed», escribió en «El Inmortal». ¿Cuál era la sed de Borges?  
¾-La poesía.
¾¿Estaba poseído por los dioses, según definió Platón a los poetas en el Fedro?
¾Sí, por ese espíritu que hace que el poeta pueda ser una especie de intermediario de aquello por lo que es poseído: el «daimon».
¾En su casa de la Rue Ferdinand, en Ginebra y muy joven, era desdichado y, para serlo más, leía a Dostoievski; pero en 1916 descubrió a Whitman y sintió vergüenza por su actitud... ¿La función chamánica de la poesía lo despertó a la dicha?
¾Claro, por la visión maravillosa y vastísima de Whitman y por la literatura que  creó a través de la poesía. Porque, como bien decía Borges, uno tiene que escribir dentro de una armonía y un equilibrio; es necesario saber las reglas de la construcción de un soneto para poder ignorarlas y ¾recién entonces¾ intentar el verso libre. Si no... uno tendría que haber nacido Whitman. 
¾ Según Philippe Brenot, «talento» significa conocerse a sí mismo y saber que se ha sido conducido a tal o cual idea concreta; y «genio», que nunca se sabe adónde se llegará, pues se obedece a un terrible impulso. Borges, ¿genio y talento?
¾Borges era una persona genial... única, pero yo no coincido con la definición de Brenot. Para mí la genialidad es un «plus» al talento: es introducir un cambio radical dentro de la historia. Se puede tener mucho talento sin ser genial: sin crear.
¾No habrá sido fácil ser la mujer del escritor argentino más universal... de alguien que es patrimonio de la humanidad...
¾Mire...yo nunca sentí eso con Borges. Me hubiera quedado petrificada. Comencé con él una relación de maestro-discípula cuando era muy niña, y entonces era como...  desenfadada, y le hablaba de un modo fresco y espontáneo....si hasta le discutía sobre autores y cosas insostenibles para mí entonces. Pero quise conocerlo, porque las obras suyas que me habían leído me hicieron sentir una hermandad en el misterio.
¾¿Y qué sentía Borges frente su desenfado?
¾Lo divertía. Sabía que yo no era obsecuente, como la mayoría; y que prefiero pensar que el destino no existe para no perder mi libre albedrío, incluso a costa de ser prisionera de mi libertad. Soy libre como un animal en la selva... aun con su genialidad.
¾En el siglo XIX se renovó la idea del genio. En Alemania, Klinger y Schiller se opusieron a la filosofía de la Ilustración e intentaron imponer la estética espontánea para la creación. ¿Era así Borges?
¾Sí, pero sólo para empezar a escribir, pues su búsqueda de perfección lo llevaba a hacer infinitas correcciones. Él consideraba que tenía que trabajar sobre los sueños, sobre lo espontáneo que surge del inconsciente.
¾¿En sus sueños había pesadillas?
¾A veces... y cuando despertaba veía si sus sueños podían o no servir para que escribiera; el segundo paso era pensar si les daría forma de cuento o de poema.
¾Y no bien se levantaba, tomaba un baño de inmersión y empezaba a dictarle sus textos, ¿no es así?
¾Sí, a mí o a otras personas: periodistas o estudiantes que lo visitaban. Pero no se quedaba en el impulso: retomaba los textos por la tarde y pulía y corregía en cada revisión, hasta... bueno...¡hasta siempre!
¾¿La «creatividad» de Borges lo era en el sentido de la lingüística generativa de Chomsky, en cuanto a la capacidad innata de los humanos para generar lenguajes hasta el infinito?
¾Sí, él generaba lenguajes, pero, como le dije, no se conformaba con lo primero que hacía. Así es que, sobre todo con la prosa, provocó un giro en la forma de narrar de la lengua española. Es decir que las dos grandes revoluciones que se produjeron en este idioma partieron de América; una, con el modernismo de Rubén Darío y la otra, con Borges y el cambio radical que impuso en la narrativa, cambio que está cimentado en su bilingüismo, en su concisión y en su lectura crítica, desde muy pequeño.
¾Fue un escritor prodigioso.
¾Creo que esencialmente es un poeta y que lo prodigioso en él fue sentir desde muy  pequeño cuál sería  su destino...
¾... Y fue niño prodigio. A los siete años escribió en inglés un resumen de la mitología griega; a los ocho, el cuento «La visera fatal», inspirado en un episodio del Quijote; y a los nueve tradujo del inglés "El príncipe feliz" de Oscar Wilde...
¾Sí...y cuando se publicó «El Príncipe Feliz», muchos pensaron que era una traducción hecha por su padre. 
¾Su padre.... No olvido que a Borges siempre le pareció oír su voz cuando le recitaba de memoria, en inglés: «Tú no has nacido para la muerte, /¡inmortal pájaro!», de John Keats. Y que aquellas palabras le revelaron la poesía...

¾Sí... Keats fue importante para él por eso, pero le gustaba más la épica y, sobre todo, la anglosajona de los siglos IX y X, y las baladas inglesas. También Emerson y Browning y... ¡Walt Whitman!
¾Decidió ir a Ginebra para morir. ¿No tenía miedo?
¾ No, porque no le gustaban las cosas dramáticas o ¾como él decía¾ sentimentales. Borges vivió de manera natural también la muerte: como todos los días, como siempre. Era una persona estoica.
¾En su lápida dice, en anglosajón: «And Ne Forhedan Na», esto es, «Y que nada temieran». ¿No temía?
¾No, porque él lo tomó como una aventura y como un lugar donde satisfaría su curiosidad sobre los misterios de la vida... Quería saber si había algo o no después de ella.
¾Pero es casi sobrehumano no tener miedo a la muerte...
¾Bueno, como usted sabe, él tenía una manera de sentir un poco oriental, por todo lo que había leído sobre esa filosofía, sobre budismo, zen y sintoísmo. ¡Eso es la sabiduría...! Saber disfrutar de lo que nos acerca la vida. «Qué importa el tiempo sucesivo / si en él hubo una plenitud / un éxtasis, una tarde...», escribió en Fervor de Buenos Aires.
¾¿Tuvo en toda su vida esa misma disposición para cruzar el umbral, hubiese lo que hubiese al otro lado?
¾Sí, la tuvo en toda su actitud. Por otra parte, el hecho de haber estado siempre contra la corriente indica un valor muy grande.                
                                                                                
¾María, ¿Borges la amó? 
¾Yo creo que sí, ¿no? 

¾¿Y usted lo ama? ¿O lo amó?
¾Lo amo.
¾Hace un momento el camarero del bar donde tenemos esta conversación la descubrió: «Usted es la mujer de Borges», le escuchamos. Y en alguna de las entrevistas que hicimos  anteriormente, me dijo: «No soy la viuda de Borges; soy el amor de Borges». Habló en presente, como muchas veces en esta charla. ¿Los une el Infinito....el «ansia de absoluto», según expresión de Louis Aragon?
¾Yo creo que cuando uno encuentra la mitad del alma, es para siempre. Forever and ever… and a day.¾¿Borges fue generoso con todo lo que contiene la vida?
¾Sí, y también con los misterios de la vida.
¾Sin embargo, no parece haber dado importancia a algunos escritores. A Julio Cortázar, por ejemplo, a quien también le fascinaba la literatura fantástica.
¾Se equivoca, porque Borges sabía que era un gran escritor. Él lo descubrió y lo llamó al segundo día de que Cortázar le dejara «Casa Tomada», para que lo leyera; y le dijo que lo iba a publicar y que su hermana Norah lo ilustraría.
¾Pero la relación de los dos no continuó... ¿Por qué?
¾ Cortázar se fue de Argentina, pero después se reencontraron en el Museo del Prado. Cuando lo vi...con su figura inconfundible, yo estaba delante de El perro semihundido, de Goya, uno de mis cuadros preferidos. Y entonces se lo dije a Borges, y él me preguntó si yo quería saludarlo, y yo le contesté que sí... si él quería. «Sí, claro...¿por qué no?», me dijo.
¾Tuvo usted a «sus» dos escritores juntos y unidos por el arte.
¾¡Sí! Y en el mismo momento Cortázar ¾un escritor más que consagrado en aquella época¾ vio a Borges, y entonces se acercó, y fue divino, y maravilloso, y único... uno de esos instantes irrepetibles que nos regala la vida. Cortázar le recordó que le había llevado su primer cuento, y destacó la generosidad de Borges con él. Y Borges rió y le dijo: «Bueno, no me equivoqué, fui profético».
¾Usted me transmite la magia de aquel encuentro...
¾Sí, fue mágico... ¡ésa es la palabra! Tenía conmigo a dos escritores a quienes yo admiraba y amaba ... ¡Y delante de ese cuadro! Goya-Borges-Cortázar y El perro semihundido: fue algo perfecto.
¾Sin embargo, suele presentarse a Borges y a Cortázar como dos polos opuestos de la literatura argentina; y Cortázar no es recordado como merecería  por la gran crítica, salvo en 2004, por el aniversario de su muerte...
¾Yo creo que eso es una suerte de purgatorio por el que pasan todos los autores... Después que mueren su obra vuelve a surgir. Y aquí es donde más se distingue un best-seller de la obra de un creador.
¾«Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas», escribió Cortázar. Fue un escritor comprometido...
¾Sí, estuvo comprometido como persona, pero no en toda su obra; tiene cuentos de literatura fantástica que no están politizados y obras que sí lo están.
¾¿Y qué pensaba Borges y qué piensa usted de El libro de Manuel?
¾ No leí El libro de Manuel. Leí Rayuela y me pareció una cosa fascinante, como un juego, y también Los Premios es fantástico. Es extraordinario cómo ¾después de vivir tantos años lejos de su país, y con otro idioma¾ logró conservar el lenguaje de Buenos Aires.
¾Cortázar fue distancia y soledad; amor, nostalgia y dolor de Buenos Aires, así como su silencio con palabras.
¾Es verdad, y yo soy muy lectora de sus cuentos. En «La noche boca arriba» ¾uno de mis preferidos¾ él mezcla espacio y  tiempo, de una manera extraordinaria; y también lo hace en Prosa del Observatorio, en realidad una nouvelle, una prosa poética fascinante. Esa es la parte suya que más me interesa.
¾María: año 1981 y dos actitudes. Cortázar en el Centro Cultural de la Villa de Madrid y aquel texto suyo sobre el poder de las palabras; y Borges, quien clamaba por «cien años de dictadura militar», mientras desaparecían miles de personas en Argentina.
¾Sí, pero Borges también estaba muy comprometido con lo que él pensaba.
¾¿Qué pensaba?
¾ Pensaba lo que publicó, dijo, se discutió, se le criticó y por lo cual se lo sigue criticando, a diecisiete años de su muerte. Pero él había creído que aquello era lo mejor. Lo que él sintió, lo sintió. Y cuando vio que no funcionaba lo que él había defendido, cambió. Es decir: no era rebaño ni era hipócrita. Era coherente y nunca se traicionó, no medró, ni coqueteó con unos u otros para conseguir cosas. Y eso me parece extraordinario.
¾¿Usted coincidía con sus opiniones?
—No, diferíamos mucho y discutíamos. Pero lo admiré porque fue honesto.
¾¿Fue por influencia suya que él recibió después a las Madres de Plaza de Mayo y se conmovió con ellas?
—Las recibió, pero no sé si yo influí. Sólo le dije que soy pacifista y que lo peor que hay es utilizar el Poder para el mal.
¾Ahora hace usted una reedición de su obra, que incluye textos dispersos en diarios y revistas. El mundo se lo agradecerá...
¾Mire... yo creo que será importante para profesores, estudiantes y escritores, porque la obra de Borges es una lección de estilo. Permitirá ver el revés de la trama de lo que siempre hizo él: la reelaboración permanente, sobre todo de su obra poética.
¾¿Publicará «Los salmos rojos», que Borges escribió a sus diecisiete años y enamorado entonces de la Revolución Rusa?

¾No. A los veinte años Borges destruyó el libro donde está ese poema, porque al principio creyó que la Revolución bolchevique elevaría el conocimiento y las condiciones del pueblo. Pero cuando vio que  los jerarcas de entonces querían ocupar el lugar de los zares, cortó con esa ideología. Para siempre.
¾Pero «Los salmos rojos» se publicó en la revista «Grecia» y en alguna otra de España...
¾Sí, y en un periódico de Ginebra. Pero lo único que quedó fue el poema «Los salmos rojos», que daba título a la obra; y lo que quedó... eso sí está.
¾¿Alguna vez lo vio llorar?
¾Sí, cuando conocí el original de la «Victoria de Samotracia», lloré de emoción, y Borges lloró conmigo. La visión de esa escultura en un libro fue la primera lección de estética que me dio mi padre.
¾¿Cuándo lo oyó reír?
¾Muchas veces. Mire... a mí me gusta mucho nadar, montar a caballo y bailar. De niña estudié danzas clásicas, después empecé flamenco, y con mis amigos bailo rock, salsa... todo eso. Y cuando Borges me acompañaba a mis clases de baile griego, se divertía mucho porque ¾como todos los alumnos se iban a hablar con él¾ mi profesor le decía que yo me hacía acompañar por Borges para gozar de unas «clases particulares».
¾Tiene usted una cultura vastísima y sigue estudiando...
¾Sí, adoro estudiar. Me serena. Y escribir es para mí como un jardín secreto. Fíjese que Borges decía que soy como el ojo del huracán: serenidad y silencio cuando todo se arremolina a su alrededor.
¾Y eso le gustaba de usted... ¿Qué más?¾Mi relación lúdica con la vida, que él no había encontrado más que en su abuela inglesa, aunque yo creo que el lúdico era él. Pero... después de su muerte, quedé durante mucho tiempo como recortada en un centro de silencio y me sentí en la mira telescópica. Porque si bien el amor de Borges me protegió, lo que ese amor despertó en otros me dejó a la intemperie. Y fui acosada, perseguida y hostigada, aunque no por todos; y sufrí, pero gracias a los horrores, descubrí en mí un centro de equilibrio. Entonces entendí las palabras místicas de Dante, cuando en el Paraíso ¾en referencia a Dios¾ dice: «El amor que mueve el sol y las estrellas».
¾Amor sublime el de ustedes, pero, ¿y la cotidianeidad...? ¿Dónde convivieron, un misterio para tantos?
—En mi casa, y tomábamos el desayuno, con aroma a café y a naranjas, en algún bar. Yo no lo preparé jamás, porque no sé cómo hacerlo ni quise aprender.
¾¿Y cuándo descubrió usted que él era «su» hombre?
—Me di cuenta... en un avión, donde pasó algo muy especial que me hizo sentir «eso», pero... no se lo dije. Bueno, por favor, no me pregunte: esto es mío.
—Contarlo la humaniza...
—Mire...nos pasó como en la historia de la mayor de las hermanas y de su muchacho, en la película Sensatez y sentimientos. Todo era tan victoriano al principio, como la contención primera entre  Borges y yo.
—Y como en la película, ¿hubo después un estallido pasional?
—¡Ah, no!... del estallido no hablaré: es mi autobiografía....compréndame.
¾¿La complicidad entre ustedes hacía que él le diera a leer sus textos?
¾Sí, él era muy personal y me decía, por ejemplo: «Vea, María, vamos a cambiar esta palabra», y luego ... «¿O usted prefiere la otra?». Si yo le decía «la otra» o «ésta», él me decía: «¿Por qué?». Entonces yo le explicaba mis razones y él contestaba: «Bueno, voy a pensarlo». A veces aceptaba, y otras veces me decía: «Usted tiene razón, pero yo prefiero ésta». Éramos muy libres.
¾Él, emocional y racional a la vez. ¿Cómo era esa dicotomía?
¾Esa es, justamente, toda la fuerza de su vida y de su escritura. Con la sola emoción, no habría logrado esa precisión del lenguaje.
¾A ustedes les  gustaban mucho Thomas De Quincey, Emily Dickinson...
¾...Y Kipling  y «La balada del Oriente y el Occidente». Y John Donne, quien consigue un ritmo y una musicalidad en cada verso...
¾«Música», me dice... ¿como la que usted, según me contó en otra ocasión, siente en el desierto?
¾Sí... ese sonido de notas lejanas, o el de la arena cuando algún animalito la agita a su paso. O el del mar, tan potente, que parece que, de pronto, diera la vida; acre a veces y fuerte; también tiene el olor de un animal y también tiene música.
¾La música, que parece unir cielo y tierra…
¾¡Sí! Y puede desarmar las pasiones más negativas. Recuerdo El silencio, de Bergman, donde dos hermanas ¾dentro de un hotel¾ se aman, se odian y se gritan. Ni siquiera reparan en la música de la radio. Pero entra el mucamo y, conmovido, dice:«Es Johann Sebastian Bach». Entonces esos rostros que estaban crispados se van suavizando y la historia se trasforma...¡y es como si de pronto uno entendiera los misterios de Orfeo! Es el Infinito.
¾A propósito, a pesar del supuesto agnosticismo de Borges, su obra es una apelación al Infinito, y cuando se convoca al Infinito se convoca a Dios. Y en vísperas de su muerte rezaron ¾aunque haya sido por mandato de su abuela inglesa¾  el Padre Nuestro en anglosajón...

¾No es que él creyera o no. Era agnóstico. Pero también su madre le había pedido el «Padre Nuestro». Antes de su muerte le dije que sobre ciertos temas yo no podía opinar, puesto que no tenía una formación religiosa; pero le pregunté si quería un sacerdote para que conversara de esto con él. Entonces Borges me dijo: «Lo que usted quiere decir es si yo necesito un sacerdote». Le dije: «No, sólo si usted quiere conversar con él de estos temas de los que yo no puedo hablar». Entonces me contestó: «Bueno, llamemos a un protestante y a un católico, así converso con los dos». Y fue por eso que, cuando murió, se celebró una ceremonia ecuménica. Con un sacerdote católico y con otro protestante.
¾¿Qué fue lo último que él le dijo antes de morir?
¾En los días anteriores a su muerte, me contaba de los caramelos «toffie» que le compraba su abuela y charlábamos de literatura y estudiábamos árabe. Y lo último que me dijo, bueno... él habló de los dos, pero jamás diré qué: eso es mío.
¾En un artículo reciente, John Berger describe la lápida de Borges en Ginebra. ¿Por qué fue a morir a Suiza?
¾Porque él admiraba aquel país, desde donde partió hacia Buenos Aires recién a sus veinte años; y ¾según me contó¾ al principio trataba de hablar mal de su lugar tan amado, para «despegarse»: porque sabía que tenía que hacer su vida en Argentina. Pero después no tuvo esa necesidad porque ya tenía perspectiva.
¾¿A quién se le ocurrió el bajorrelieve de la tumba?
¾No sé, probablemente a  los dos. Se trata de la descripción de un fragmento de un poema medieval, La Batalla de Moldon, y comienza justamente con: “Y que nada temieran... » El primer libro que Borges me regaló era sobre literatura anglosajona, y la cubierta tenía ese escrito, ese fragmento.
¾Borges fue a morir a un barrio cerca del Ródano ¾sigo con Berger¾ cuyas calles estrechas parecen pasillos que corren entre inmensas estanterías de libros, como una suerte de biblioteca...
¾Sí, y sobre todo lo eligió porque es como su testamento a la humanidad.
¾¿Qué ofrendas le dejan en la «La Cimitére des Rois», donde está enterrado?
¾Flores, velas o alguna carta donde dicen que leyeron su obra.
¾«Yo pronuncio ahora su nombre, María Kodama. / Cuántas mañanas, cuántos mares, cuántos jardines del Oriente y del Occidente, cuánto Virgilio»,  le escribió. María, hoy, yo le pregunto, ¿cuántas mañanas, mares, jardines, ahora, sin él?
¾Todos los mares, todos los jardines. Y todo Virgilio. Toda mi vida en él. Forever and ever… and a day.

Cristina Castello, en «Cuadernos Hispanoamericanos», Madrid- Septiembre 2004
Foto de apertura: Ramón Puga Lareo

viernes, 13 de marzo de 2015

Guillermo Roux: el Poder de la Belleza, por Cristina Castello

Roux: «Cuando la Belleza es suprema, mata» 

Son muchos los signos de la belleza. Pero, para gozarla, hay que vivir a conciencia despierta. Para sentir -como el ave fénix de la leyenda, con sus 365 plumas- la mañana de la vida, la obstinación del atardecer y el enigma de la noche.
Y es verdad que el concepto de belleza parece abstracto. Pero no. Para William Yeats, era sinónimo de piedad, a Oliverio Girondo lo acercaba a Dios y para Miguel Hernández, era coraje: “confluyen situaciones bellas miles en un solo minuto de valor”, escribió. Por eso -aunque muy grato- no es la única forma de deleite, visitar las pirámides de Egipto, ver el coloso de Rodas, los jardines colgantes de Babilonia, o cualquiera de las siete maravillas del mundo. Sólo hace falta tener gula de luz, voracidad de ojos abiertos y una furia enorme de ventanas para adentro: hacia nosotros mismos. Porque la belleza es, creo, la tarea del hombre en este mundo.
Emparentada con el concepto de placer, es más abarcadora que él. Pensadores y poetas asocian la belleza a la trascendencia, y/o a la sensibilidad, y/o a la inteligencia. Lo placentero, en cambio, tiene que ver con lo agradable, con la alegría de vivir y hasta con el ocio, cuando éste nos gratifica. No tiene la magnitud ni la hondura de lo bello. Pero es como un cosquilleo. Tiene ruidito de tostadas crujidas al alba y olor a plantín de lavanda al mediodía. Es un alborozo -más que necesario- que nos gratifica los sentidos. Por eso bien vale la pena -también en este caso- abrir nuestras ventanas al placer. Incluso al más simple.
Y no es difícil. Ya lo dijo Oscar Wilde: “los placeres sencillos, son el último refugio de los hombres complicados”. De los que son capaces del deleite. Como Guillermo Roux. (Cristina Castello)

—Artista… y sibarita, ¿cuál fue tu último deleite?
—La pasta reale (el mazapán), que hacen en “I Peccatucci di Mamma Andrea”, en Palermo, Sicilia (lo dice con el alborozo de un niño).
—¿Quién inventó expresión tan sutil de alegría, la sonrisa?
—Es una conquista de la humanidad y esa conquista se llamó Grecia. Fue en Creta, donde -de repente- aparecieron unas estatuillas pequeñas, con sonrisa misteriosa.
—Risa sin sonido, pero con música, ¿también el silencio puede tener música, como ciertos adagios?
—Sí, el silencio o la página en blanco: todo lo que se ponga allí, es un acto trascendente.
—-¿Cómo espantar el ruido de las palabras vacías, cuando el silencio aparece como una Gracia?
—Te contesto con una historia: cuando vivía en el Norte, conocí a Lanza del Vasto. Un día visitó una casa donde los perros ladraban, las gallinas cacareaban y los chanchos gritaban; entonces él se sentó, inmóvil, en una piedra y los miró, sólo los miró. Y todos callaron, y los perros fueron a lamerle las manos.
—Ceremonia de silencio y belleza, ¿qué es la belleza?
—Según lo siento, es una forma de revelación que trasciende los sentidos y nos pone en contacto con lo absoluto. Y en ese extremo, está más allá de la comprensión y de la razón, porque nos coloca por encima de lo humano e incluso el tiempo queda abolido.
—John Keats equiparó belleza y verdad, y Platón asimiló bien y belleza, ¿coincidís con ellos?
—Sí, la belleza es una forma de conocimiento que incluye el bien y la verdad. Me explico: como el hombre no tiene respuestas para los misterios de la existencia —el amor y el odio, la vida y la muerte—trata de serenar su espíritu; y elige caminos, para encontrar respuestas. Algunos las descubren en la religión; y para otros, un sendero posible es la belleza, pero…hay que tener cuidado con ella.
—Es modificadora, nadie sale indemne cuando es poseído por ella…
—A eso apuntaba, cuando la belleza nos arranca de lo cotidiano y nos instala por un soplo en un sentimiento de eternidad, toca lo sublime. Y  produce miedo.
—¿Le pasó?
—Sí…recuerdo una mañana de otoño, de luminosidad inefable. Yo estaba en el Museo Arqueológico de Nápoles, donde se conservan los frescos pompeyanos, en paz y despreocupado, recorriendo sus salas. Y de pronto me encontré solo en una sala muy chica, en cuyo centro había un Eros pequeño, tallado supuestamente por Praxíteles. Entonces retrocedí. De aquella figura no emanaba agresión, sino una dulzura infinita y sin embargo, no soportaba estar a solas con ella; por un instante perdí el sentido.
¿Sabés por qué? 
—-No, sólo sé que cuando la belleza es suprema, mata.
 Con la boca hacia arriba, las máscaras griegas representaban la alegría. Y con la boca hacia abajo, la tragedia. Para Guillermo Roux, de refinamiento ético y estético notable, la belleza, en sí misma, es un valor. ¿Y si intentáramos que la vida fuera una oda a la alegría? Schiller estaría gozoso (c.c.)
Guillermo Roux, en una de las tantas entrevistas conmigo,
 hace más de 20 años
 
Y es despojamiento, esencia, sustancia pura. Y sencillez
—Así es, la sencillez, como forma decantada del gusto, es una esencia. Es la condensación de un proceso de síntesis lento, consciente y laborioso. Quiero decir: la sencillez, para que importe, debe ser estilo; y el estilo sólo se forma cuando pulimos nuestra personalidad y aprendemos a renunciar.
—¿De qué manera?
—Creo que hay dos caminos: uno es invertir en tabla de valores y el otro, dar tiempo al proceso de la cultura.
—Dice “valores” y recuerdo aquello de José Ingenieros sobre la “aristocracia del espíritu”, ¿hay mejor linaje?
—La palabra “linaje” no me resulta simpática y no quisiera hablar de “aristocracia”, para referirme al espíritu; reconozco una sola superioridad, que es la de los buenos sobre los malos.
—¿Por eso en su niñez sentía placer cuando miraba a aquella maestra suya, pura bondad, la señorita Susana?
—No, los recuerdos de mi maestra de segundo grado, son otros. Vestida como las tenistas de la época —hablamos de 1937—, con el rubor encendido en los cachetes de su cara redonda y siempre alegre, llegaba a la clase; pelo renegrido… ¡y aquellos grandes ojos negros, con un fuerte contorno azul de sombra! Aquel azul me hacía pensar en las noches de la señorita Susana y eso me producía una temblorosa excitación, cuyo significado no me atrevía a revelar.
—¿Ahora el hecho amoroso le parece un estado de víspera y de dicha?
—Es un estado de víspera, de cuya concreción nace la dicha.
—¿Y entre los dones del amor, el erotismo es la elegancia del sexo?  
—Como en todo lo verdadero, cuando el amor existe, todo en él es elegante.
©Obra del Maestro Roux 
—¿Cómo enseñar a los nuevos ricos que, para distinguirse, no “tienen que” comer ostras, sino pulirse?
—No sé, pero a mí no me gusta la cocina pretenciosa. Creo que quienes no saben cocinar, hacen cosas complicadas, igual que aquellos que no saben pintar. Así que un plato de fideos con manteca y queso no estaría para nada mal, siempre que estuvieran bien hechos, como los hace mi mujer.
—Insisto, ¿cómo cultivarles el placer por la simplicidad, las líneas netas en arquitectura, por ejemplo?
—Es difícil, porque hoy tenemos la estética del “mucho tener”, en detrimento del ser; y cuyo caso extremo es el kitsch.
—Y flores silvestres y jazmines no les gustan, porque no son caros…
—Bueno, pero que una orquídea cueste más que una margarita es una arbitrariedad del mercado, y no de la naturaleza. Recuerdo una vez fui a los Altos Hornos de Zapla, a hacer unas pinturas, había grandes extensiones de residuos de fundición y pilas amontonadas de una especie de vidrio cortante de un color gris amarronado, que se mezclaba con el óxido de hierro del paisaje y…
—Una visión fea, ingrata…
—Es verdad, no era nada amable, pero —de tanto en tanto, aquí y allá— se levantaba del suelo una florcita azul-celeste muy pequeña, que iluminaba -como un trocito de cielo aquella desolación. A lo lejos, estallaban los lapachos en flor; y todo: escoria, florcita celeste y lapachos en flor, era necesario. 
—Síntesis de belleza y placer. Como Mozart, Bach, Brahms, Gluck, que amás, ¿también U2, Peter Gabriel y Luis Alberto Spinetta?
—Mozart, Bach, Brahms y Gluck, dialogan con Dios y obtienen de Él respuestas misteriosas, resplandecientes de belleza, que durarán lo que dure el hombre. Peter Gabriel, U2 o Spinetta, son el reflejo de nuestro mundo y sus formas de música revelan la poesía angustiada de una época, que obliga al hombre a una dolorosa cotidianeidad.
—¿Sin la sonrisa que había nacido en Creta?
—Pero recordá que, después de aquel nacimiento, los romanos empezaron a aparecer en sus esculturas con los ceños fruncidos; había comenzado el designio de la modernidad: habían perdido la sonrisa. Y es cierto que en el 1500 Leonardo la recuperó, pero ya no como un canto al sol y a los sentidos; era una sonrisa enigmática, reflejo de quién sabe qué profundidades de la psiquis. Ya ves…de una civilización o de una cultura, queda lo que ella es capaz de simbolizar; y para eso está el arte.
—Pero lo que hoy llaman “arte”, no tiene ni la plenitud, ni la alegría de la sonrisa griega…
—Es verdad. Y si dejo de lado la alegría histérica que quieren vendernos ciertos medios de comunicación, concluyo que el arte -en general- hoy es torturado y dramático.
—Qué fortuna sería si, en cambio, el arte —“la pasión de la totalidad”, según Rilke— fuera tapa de los diarios…
— ¿Si dijeran: “El secreto de la vida está en el arte”, por ejemplo?”¿Qué te parece un titular así? Pero no soñemos, la realidad es que el arte está en primera página, sólo cuando se compra o se vende caro, porque padecemos un materialismo ordinario y abrumador.
—Los placeres de los sentidos parecen más importantes que los del espíritu…
—Pero para mí, el ser humano es una unidad indisoluble, más allá de que sea un lugar común poner por encima los valores del espíritu, aunque no se hable del espíritu ni siquiera como lugar común.
—Cuánto alborozo si, en cambio, leer fuera como respirar, si nadie se cancelara el corazón y si comprendiéramos que el conocimiento es luz…
—A ver si recuerdo aquella fábula del emperador chino, cuyo reino padecía crímenes y otros horrores. Sí, creo que sí: recurrió al hombre más sabio, quien le aconsejó que obligara a sus súbditos a estudiar gramática. “Si conocen el sentido de las palabras -le dijo- tendrán conciencia de los actos que cometen”. ¿Ves? Si leer fuera como respirar y se aprehendiera que el conocimiento es luz, entonces todos serían responsables; y todos vivirían con placer.
—¿Te causa placer ver a una mujer bella?
—Bueno, muchas palabras perdieron su significado. ¿Qué quieren decir hoy transparencia o justicia, por ejemplo? ¿Y qué significa belleza? Yo, te decía, le asigno el valor de lo trascendente, pero este mundo nuestro se funda en lo intrascendente y de fácil consumo. Entonces, dejame que hable de mujeres lindas, o hermosas, a las que distingue la estética que impone la época.
—A ver, ¿Kate Moss, Stella Tennant, Noemí Campbell, Tyra Banks o María Inés Rivero son bellas?
—Sólo las conozco por la televisión o por revistas, que las muestran estéticamente hermosas por sus proporciones y su gracia. Pero, para saber si son bellas, necesitaría completar su imagen: saber cómo piensan, hablan y sienten.
—Como Van Gogh, preferís “los rostros arados” por la vida, por  donde pasa la vida…
—Sí, porque llevamos escrito lo que somos, gracias a esos surcos que la vida nos deja. Si hablamos de Van Gogh, sabemos que era un místico, que veía la mano de Dios en todo lo que hay sobre la tierra, incluyendo a los hombres. No es  mi caso: como pintor, acepto todo lo que la naturaleza me propone, hombres e historias incluidas. Y en lo personal respeto a los hombres con sus historias, aunque muchas veces no esté de acuerdo con ellas.
Magnífico y fino video de obras de Roux realizado por Elba Poretti
—Por suerte, la vida siempre tiene historias y paisajes nuevos, ¿cómo imaginás el tuyo?
—Mirá… un jarrón con flores, una cesta con uvas o una taza, dispuestas de cierta forma en una mesa, son un paisaje; pero en la taza, algunos verán sólo un recipiente y otros un templo griego, porque lo que elegimos para mirar, es lo que somos.
—Vos ves templo griego…
—Mi manera de mirar es cambiante. Hoy, por ejemplo, ordeno los objetos que me sirven de modelo, como paisajes que vi en el Sur de Italia; una jarrita blanca es una columna griega; las flores azul profundo con hojas verde-negro, son aquellos mares y aquellos pinos oscuros;  y algunos ladrillos, son la terracota de algún pequeño poblado de Sicilia. Pero todo está bañado por la luz de la ventana alta de mi estudio, que ya no es la de Buenos Aires: es la luz de un recuerdo.
—Tu paisaje es la imagen de su búsqueda…
—“Mi” paisaje, la naturaleza muerta, es el paisaje de un paisaje, del cual quedaron atrapados en mi inconsciente, misteriosos fantasmas.
—¿Te da placer?
—No es una experiencia placentera o no: es inevitable.
—Recuerdo tu deslumbramiento con “Las Meninas”, de Velázquez, ¿ver, sentir y penetrar esa obra, es equiparable a otro goce?
—El hecho de que existiera un Velázquez, redime a la especie humana y eso es más importante que sentir o no placer.
—Y, si como escribió Borges, a veces se llora “por todas las cosas que merecen lágrimas”, ¿la contemplación de “Las Meninas” es un deleite?
—¿Recordás que Borges dijo también que “la luz es la sombra de Dios”?
—Si hablamos de  la poética de Brujas, del misterio de Praga, del arte y del sentido de República que aletean en París, y de… ¿cómo asimilar tanto prodigio?
—Dejándonos llevar. Pero claro, me hablás de Praga, de Brujas, de París, de lugares con dos mil años de historia… ¡y de qué historia! Es nada menos que la cultura de Occidente que desfila ante nuestros ojos.
—¿Y “nuestra” cultura?
—Creo que —ética y moralmente— no pasamos por un buen momento. Pero esto no da motivos para que individualmente nos unamos a la comparsa; podemos, como mucha gente que lo hace, dar un paso al costado, verla pasar y vivir nuestra propia alegría.
—Una alegría con burbujas…
—-Claro que sí; y como dice el clásico italiano “Cucchiaio d’Argento, “a este vino tan cuidado y deseado hay que verterlo siempre despacito…y es mucho mejor el vaso largo en forma de cáliz, esos que los franceses llaman flùte…”
—Si pensamos con William Blake que “una chispa contiene todo el infierno”, ¿qué cosa contendrá al cielo todo?
—(Con certeza) Aquella florcita azul celeste que en medio de la escoria, iluminaba el cielo.

 *Cristina Castello, en revista «Plaza Mayor», Enero 1998  
**Fotos: ©Ramón Puga Lareo * Las fotos fueron hechas en otra de las muchas entrevistas que hicimos a Guillermo Roux, Puga Lareo en las imágenes, yo en la palabra
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